SU SEMANA SANTA


La Semana Santa de Belmonte es algo sencillo, humilde, austero, de pueblo; pero es algo vivo, sentido, fervoroso, tradicional, de pueblo cristiano.
El Drama de la Pasión se representa en una docena de "pasos" que salen a la calle con sus luces, sus flores, sus bandas de tambores y cornetas, sus cofradías y capuchones; una docena de "pasos" que salen a la calle acompañados de peinetas y mantillas, a la antigua usanza, o de niños que recuerdan con sus atavíos, los personajes de la Pasión y hacen presente la devoción de las familias.


Desfilan pasos tan antiguos como un Calvario Flamenco del s. XV, tan impresionantes como el Cristo de la Columna, obra de Salcillo, y tan devotos y populares como Jesús con la Cruz, San Juan, la Verónica, la Dolorosa o el Cristo de los Peligros, de autores anónimos, pero capaces de despertar clamores de fe o escalofríos de fervor.
Las escenas de la Pasión se admiran también con fervor y entusiasmo dentro de La Colegiata, especialmente en estos días Santos - y hasta de fuera vienen gentes a contemplarlas -. Llegan al medio centenar las esculturas, relieves y lienzos que se conservan en La Colegiata de San Bartolomé‚ capaces de arrancar miradas de emoción y sentimientos de piedad.
Allí aparecen las gubias de Egas Cueman de Bruselas, o de Pedro de Villadiego de Cuenca, o de Salvador Carmona, o de Pascual de Mena; o los pinceles de Luis Morales, "El Divino", o de Esteban Tornero de Belmonte, o de García Salmerón de Cuenca, aunque los más son anónimos pero de rango y belleza suficiente.

La Semana Santa de Belmonte se vive en La Colegiata, donde el espíritu religioso del pueblo palpita en las celebraciones litúrgicas, solemnizadas con los sacerdotes y seminaristas hijos del pueblo.

La piedad se enfervoriza en la participación de la tragedia de los días santos con los cánticos penitenciales, o la lectura de la Pasión, o la mirada en el recuerdo del lavatorio, o en las horas de silencio y recogimiento familiar ante el Monumento, o en el beso emocionado a la Cruz, después de la invitación gregoriana, "mirad el árbol de la Cruz donde llega a su culmen, según quiere el Concilio Vaticano II, cuando llega el momento de "Tomad y comed,esto es mi Cuerpo".
Pero donde el drama revienta de emoción para convertirse en incontenida alegría, es cuando suena el Aleluya... y la voz del Angel que advierte:
"No busquéis entre los muertos al que vive".
Cristo ha Resucitado.

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